La competitividad debe tener una finalidad clara que es la mejora continua en un entorno complejo, cambiante y desregularizado; en este sentido es que la tríada globalización, productividad e innovación se convierte en la clave para alcanzar la competitividad. Esta tríada es compleja en cuanto a su gestión, porque requiere buscar el equilibrio óptimo entre los diversos componentes para cada valor o nivel de competitividad posible, ya que la integración de los componentes en un determinado momento, condiciona el valor o nivel de competitividad del futuro.